En el Reino de Feolandia todo el mundo era
feo, muy feo. Y no sólo eso, sino que algunos eran enanos, otros demasiado altos, a unos les faltaba un ojo, a otros las orejas. Los había calvos y hasta con pata de palo... ¡Un desastre de país!
-Te ordeno que inventes una pócima para que todos mis siervos se conviertan en personas normales..., ¡que somos el hazmerreír del mundo mundial! -gritó muy enfadado-. ¡Quiero que toda la gente sea guapa, muy guapa!. ¡Me siento avergonzado cada vez que invito a mi primo, el Rey de WPOLANDIA!
-Esta es La Pócima de las Palabras Mágicas, Majestad.
-Y ¿cómo se utiliza? -preguntó el Rey.
-Lo primero que hay que hacer, Majestad, es dársela a beber a uno de sus principales sirviente. Después dicho sirviente ha de recorrerse todo el reino y cuando vea, por ejemplo, a un enano ha de pronunciar unas palabras mágicas, por ejemplo: "conviértete en normal". Y el citado enano dejará de serlo y se convertirá en una persona alta y guapa.
-Y ¿hay que gritar tanto? -preguntó el Rey.
-No, no, Majestad -respondió el Mago Viruta-. Basta con que piense esas palabras para que el hechizo funcione. Nadie se enterará de cuáles son las palabras mágicas.
Al Rey le encantó este descubrimiento del Mago Viruta e, inmediatamente, llamó a su mayordomo Omo, que era su más fiel servidor. Le dieron un frasco de la pócima y, tras beberlo, el Rey le dijo:
-Sí, Majestad. Así lo haré -respondió el mayordomo Omo.
Y marchó a sanar a todos los aldeanos del Reino de Feolandia. Si veía a uno que le faltaba una oreja, pensaba para sus adentros: "que tengas dos orejas". Si alguien no tenía pelo, pensaba: "que tengas mucho pelo, y que sea rubio". E, inmediatamente, las palabras mágicas surtían efecto. Era una gran magia.
Un buen día el mayordomo Omo se cruzó en un camino con un campesino con el que no se llevaba muy bien, o sea que no eran muy amigos. Al pasar junto a él el mayordomo Omo pensó para sus adentros: "¡ojalá te salgan cuernos!" E, inmediatamente, le salieron dos enormes cuernos en la frente. El campesino se asustó tanto que salió corriendo, con tan mala suerte, que cayó a un río y se ahogó.
Este hecho hizo que el Mayordomo Omo se diese cuenta del gran poder que tenía sobre los demás habitantes del reino. Y, a partir de ese momento, se dedicó a convertir a todos los aldeanos en personas aún más feas de lo que realmente eran. Si uno sólo tenía una oreja, lo dejaba sin ninguna; si le faltaba un dedo en una mano, lo dejaba sin tres dedos en la otra; si era alto, lo convertía en enano... Así estuvo durante varias semanas, convirtiendo a todos los aldeanos en más feos de lo que ya eran.
Cuando volvió a palacio le dijo al Rey: "Majestad, ya he terminado mi trabajo". Y al mismo tiempo pensaba: "que el Rey se quede sin orejas".
Acto seguido el Rey se subió a la torre más alta del castillo y gritó: "¡que todos los aldeanos vuelvan a ser como eran!".
Y así ocurrió. Todos los habitantes del Reino de Feolandia volvieron a ser como eran, de lo que estaban muy orgullosos, sintiéndose muy felices.
Y colorín colorado...
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