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27 febrero 2016

SOBRE LA ISIDRA



La Isidra de pequeña
Corría el año 2005. Me encontraba arando los almendros de una parcela del paraje denominado La Similla,
en mi pueblo, provincia de Cuenca. De pronto algo se movió en el suelo delante del tractor. Paré y bajé para comprobar qué era. No pude encontrar nada. Continúe mi tarea sin dejar de pensar en ello. A la vuelta de besana iba más atento al aproximarme a la zona en la que me pareció ver algo. ¡Y lo vi! Era un lebrato Paré el tractor, bajé y lo cogí. No opuso resistencia, pero enseguida pude comprobar por qué: no movía una de sus patas, tal vez por culpa de algún encontronazo con los arados. La lleve a casa.
La Isidra, ya de adulta
Cuando mi mujer y mis hijas la vieron en aquel estado, casi me pegan. Se dedicaron a ella con mimo y, muy pronto, sus cuidados consiguieron que la viésemos corretear por la casa. Las primeras semanas la criaron a base de biberones, pero pronto comenzó a comer de todo… Lo que más le gustaba eran las hojas de las parras de vid… Le pusimos por nombre “Isidra”, en honor al día en que la encontré: S. Isidro.
Se dejaba acariciar -nunca por mí- como una mascota tradicional. Incluso al meterla en la bañera parecía disfrutar.
A la hora de las comidas se situaba junto a mi esposa, en pie sobre sus cuartos traseros, hasta que le daba un trocito de pan. Se marchaba a la terraza a zampárselo, y enseguida volvía para “repetir”.
Su compañía como mascota proporcionó una terapia digna del mejor profesional… (a todos menos a mí, que no me quería ver ni en pintura)
Pero surgieron problemas: una de nuestras hijas, propensa a diversos tipos de alergias, reaccionó positivamente al “pelo de liebre”, entre otros.

No me quedó más remedio que sacarla de casa. Y la llevé al lugar que más tarde llevaría su nombre, por aquel entonces una parcela sin vivienda, sin luz, sin agua… Estábamos en los inicios.
La Isidra se dejaba querer
Le preparé un pequeño cobertizo como pude. Cada dos o tres días le hacíamos una visita…
Y un mal día desapareció. Se escapó… Miedo me daba el contar lo ocurrido a la familia. Sin embargo, días más tarde pude hacerle varias fotografías por los alrededores de lo que fue “su casa”. La muy puñetera se dejaba ver entre los cultivos del huerto… Y dejaba “sus marcas” en forma de excrementos y de mordiscos a las hortalizas. Eso nos tranquilizaba a todos.
Unos buenos amigos -los mejores- nos regalaron las letras, en soporte cerámico, que rezan a la entrada: “EL RINCON DE ISIDRA”.
De toda esta historia emana el nombre de la finca y el de este blog al que te has acercado. Espero que lo disfrutes.

















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